28 mayo 2011

Si tuviese que contarle hoy mi vida a alguien, podría hacerlo de tal manera que me verían como un hombre independiente, valiente y feliz. Nada de eso: me está prohibido mencionar la única palabra que es mucho más importante que los once minutos: AMOR.

Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida. Es mentira: la libertad sólo existe cuando él está presente. Aquel que se entrega totalmente, que se siente libre, ama al máximo. Y el que ama al máximo se siente libre. Por eso, a pesar de todo lo que pueda vivir, hacer, descubrir, nada tiene sentido. Espero que este tiempo pase deprisa, para poder volver a la búsqueda de mi mismo, bajo la forma de una mujer que me entienda, que no me haga sufrir. Pero... ¿qué tontería estoy diciendo? En el amor, nadie puede machacar a nadie; cada uno de nosotros es responsable de lo que siente, y no podemos culpar al otro por eso.

Me sentí herido cuando perdí a las mujeres de las que me enamoré. Hoy, estoy convencido de que nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Esa es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo, sin poseerlo.

-Once minutos-